Madre María
La experiencia de María antes de encarnar
* “YO SOY” el Camino,
la verdad y la vida.
* “YO SOY” la Puerta abierta que nadie puede cerrar.
* “YO SOY” el Equilibrio y el Aliento Divino.
* “YO SOY” la Máxima presencia de Dios, aquí y ahora,
mandando y decretando.
ENTRENAMIENTO Y PRUEBA Yo misma, en la inversión de Mi vida en
Nazaret, conozco muy bien la experiencia de habitar en la presencia viviente de
la Hueste Angélica.
Antes de encarnar, Amados míos, Yo había estudiado en los
Templos de la Naturaleza, y había estudiado en los templos con los amados
Rafael y Gabriel y los demás miembros de la Hueste Angélica; y Me había
convertido en una especie de Maestra en el control de Mi energía. Cuando
nuestro amado Señor Maitreya, de pie en la exquisita belleza de Su Cuerpo de
Luz, Nos describió la misión de la corriente de vida que habría de venir a la
Tierra y atraer a través de sus cuerpos emocional, mental, etérico y físico, la
perfección de Dios como un ejemplo para la humanidad, todos Nos encendimos con
el entusiasmo que es parte integral de las Esferas Internas.
También ustedes
han experimentado ese entusiasmo.
También ustedes se han levantado como un
hombre para ofrecerse de voluntario a ser parte de un gran drama.
También
ustedes se han ofrecido a someterse a las bandas de olvido, y a asumir los
cuerpos que los Señores del Karma les ofrecieran y pasar a través del velo de
nacimiento, con la esperanza de poder realizar una visión —vista tan claramente
sobre la pantalla cósmica de la vida cuando todavía no llevaban puestas las
pesadas y densas túnicas de carne.
Yo estuve entre quienes se ofrecieron de
voluntario.
Yo estuve entre quienes dieron un paso adelante y dijeron: “Sí, estoy dispuesto a ir a preparar un cuerpo para este maestro.
Estoy dispuesto a sostener el concepto Divino inmaculado de Su Divinidad, sean
cuales pudieren ser las condiciones de la Tierra que me tocaran encarar.” Luego, el amado Señor Maitreya sonrió. ¿Quién puede describirles la belleza de la sonrisa del Cristo
Cósmico, la luz en esos gloriosos ojos violeta, la bondad y el cariño que hay
en ellos? Él dijo: “¡Mi hija, no sabes lo
que estás diciendo! Sin embargo, te
daremos una oportunidad para probar qué tan bien puedes atraer un
pensamiento-forma Divino y mantenerlo ante los aquí reunidos.” Comparecí ante los Señores del Karma, ante la bella Kwan Yin y
otros, incluyendo a la Diosa de la Libertad. El Señor Maitreya proyectó dentro
de Mi mente, en presencia de ellos, una figura en miniatura de Helios, y Yo
sostuve esa imagen en Mi mente —el Concepto Inmaculado del Padre. Luego, al
tiempo que así Me encontraba, soplaron los vientos —los vientos que fueron
generados por la conciencia del Iniciador, quien se empeñó en desintegrar esa
forma.
Las lluvias espirituales y el granizo se dejaron sentir, y Mi conciencia
casi fue desbaratada por el impacto de esa fuerza. Requirió de todas las
energías de Mi luz y de toda la fortaleza de Mi concentración para sostener esa
imagen diminuta, no más grande que mi dedo.
Oré con toda la intensidad de Mi
ser a la Llama dentro de Mi corazón, que no permitiera que ninguna fuerza
dentro o fuera de Mí destruyera esa imagen. Así permanecí durante tres horas…
tres largas horas. El poderoso Hércules dirigió su Llama y Rayo Azul. Todos los
Elohim se convirtieron en el poder de Mi prueba. Al concluir ese lapso, el
Señor Maitreya dijo: “¡Basta! Ella se ha ganado la oportunidad.” Me arrodillé ante El, al tiempo que ponía Su mano sobre mi
cabeza y decía: “María, hija de Dios,
lo has hecho bien, pero los vientos que has sentido y el poder que se ha
descargado no son nada en comparación a las creaciones de la humanidad a la
cual vas a servir. Que el Dios que palpita en tu corazón te sostenga, y que
Nuestro amor te envuelva y te mantenga a salvo.”
SOLICITUD DE
CONCESIÓN
Fue entonces que pedí una concesión a la vida, que Gabriel trajera a
mi remembranza la visión cuando, después de tomar vida en la Tierra, fuera
convocada a mi gran iniciación. Todavía recuerdo su figura vestida de blanco,
su fortaleza, amor y poder, y Él dijo: “Lo prometo”.
Recuerdo el amor en los ojos de Jesús, la ternura en su dulce
rostro.
Recuerdo el amor de José, antes de que ninguno de nosotros dejara los
Ámbitos Internos por esa vida terrenal.
Fuimos llevados entonces a nuestros
templos, y allí permanecimos hasta que el momento cósmico en las estrellas
indicó que nuestro nacimiento físico estaba próximo, que habríamos de ser
llamados sobre la pantalla de la vida, que nuestro sitio en el gran drama
estaba listo para ser ocupado, y que habríamos de avanzar.
Recuerdo meditar
profundamente sobre la figura de Helios, y en la Presencia Electrónica de
Jesús.
Este fue el último pensamiento que tuve cuando los Ángeles de la
Encarnación envolvieron mi espíritu y caí resbalando dentro del abismo negro,
despertando en los brazos de mi madre.
ENCARNACIÓN Y MISIÓN
Recuerdo
esos primeros años, apenas tenía tres años de edad, cuando Ana y Joaquín me
llevaron al templo.
Recuerdo ver la gran altura de las pilastras.
Recuerdo
sentir esa “soledad”, al tiempo que veía a Mis padres descender por los escalones y
salir por las puertas, y Me encontré como una pequeña alma en un gran mundo.
Les digo estas cosas porque Yo he vivido como ustedes.
He orado.
He
experimentado las arremetidas de los sentimientos y pensamientos humanos.
He
conocido las incertidumbres que incontroladamente surgen desde el alma.
He
cuestionado en Mi interior, en esos primeros años en el templo, si esa extraña
visión en la trastienda de Mi mente era imaginación Mía o si se trataba de un
hecho. Recuerden, fui criada por rabinos y por mujeres estrictamente ortodoxas,
quienes no tenían uso alguno para fantasías y niñas visionarias, que estaban
ocupadas en preparar a las mujeres para convertirse en madres de la raza.
En
aquellos primeros años aprendí a reservarme mis opiniones.
Aprendí, cuando veía
y escuchaba las dulces voces de esos bellos seres, a guardarlos en mi corazón.
Llegó entonces el momento en que el templo ya no podía tenerme más, cuando
tendría que partir, y todo el cielo, conteniendo la respiración, esperó Mi
iniciación. ¡Ah, recuerdo ese día,
cuando Gabriel, con todo Su amor y Luz, se presentó a Mi lado y, oh, cuan
ansiosamente capté el destello de llama desde Su gloriosa conciencia, dentro de
la cual se Me revivió la imagen Divina tanto de Helios como de Jesús.
Me aferré
a esa visión de la misma manera que un hombre que se ahoga se aferra a una
paja, “Oh, Dios”, pensé para Mis
adentros, “es verdad!”.
A partir de ese momento, a pesar de que los vientos soplaron,
de que la discriminación, el odio y la impureza fueron proyectados contra Mí,
Yo supe. Sostuve ese concepto, y más adelante sostuve a Mi hijo en mis brazos —
¡un niño bellísimo!
VISITACIÓN DE
LOS MAGOS
Por favor, excusen Mi entusiasmo, pero es que aún al tiempo que les
hablo, Mi corazón se llena hasta rebosar con amor por el privilegio de esa
experiencia.
Recuerdo bien la venida de los amados Morya, Kuthumi y Djwal Khul (los tres Reyes Magos).
Recuerdo bien
reconocerlos al instante como amigos venidos de casa.
El oro que trajeron lo
utilizamos José y yo en el largo viaje a Egipto.
Nos ayudó en aquellos años de
exilio.
El incienso y la mirra los guardé en el jardín de José para una misión
más triste.
Ya todos esos días pasaron.
Todo lo que Me queda en remembranza es
la fortaleza que atraje al sostener un concepto, el cual fue exteriorizado como
un ser que mostró Maestría y Divinidad a todos los hombres.
Lo vi madurar y
fortalecerse.
Vi el primer día que también Él tuvo una visitación y la
Conciencia Crística se despertó en su mente.
Vi la luz en sus ojos, y supe
entonces que ya no tendríamos José y yo que sostener solos ese concepto; que El
también ahora se incorporaría en la bendita trinidad de acción y la
exteriorizaría.
Recuerdo bien cuando alcanzó su madurez, y venía a casa con
amigos de su propia escogértela.
Nuestro hogar era pequeño y humilde, ya que
vivíamos una existencia sencilla. Casi todos los días traía un nuevo discípulo
o amigo. “Estos son de mi Padre”, diría sonriendo, y
yo volvía a ser madre una vez más. Sin embargo, esa experiencia fue
maravillosa, ya que Me permitió, a lo largo de las edades, amar a la humanidad,
comprender a cada uno —a todos los diversos tipos y clases de personas dentro
de quienes palpita el corazón viviente de Dios. EN LA CIMA DE COLINAS
Sobre la cima de una colina un día fui dada al cuidado de Juan, y Juan Me fue
dado.
Los labios blancos del ser a quien amaba más que a la vida misma, Me
recordaron en esas últimas horas que todos los hombres eran Mis hijos, y nunca
He olvidado esa afirmación.
Recuerdo un día más feliz, en la ladera de una
colina similar (Betania) cuando el cuerpo resucitado de ese mismo ser amado alcanzó la
gloria de la Ascensión, y por un tiempo nos dijimos “adiós”. Recuerdo bajar de
la colina con Juan y los demás discípulos, y cómo conversamos acerca de la
mejor manera de dar confort a quienes habían sido sus seguidores.
Vivimos muchos
años entonces, empeñándonos en incorporar a nuestras vidas las Enseñanzas que
Jesús nos dio, esforzándonos por compartir su naturaleza hasta que Yo también
fui llamada y liberada por siempre de la rueda de nacimiento y muerte; y Juan
se nos unió al poco tiempo.
*Amados hijos, amados amigos, hablarle a ustedes trae a Mi mente
y a Mi corazón memorias de una asociación muy dulce que compartimos al
conformar una cúpula espiritual para la experiencia de vida y florecimiento de
un alma y espíritu, la fragancia y perfume de cuyo ser todavía conforma la
esperanza para millones —aquel a quien el mundo ha llamado Jesús, y a quien Yo
todavía llamo “mi hijo”.
Me gustaría traer a la remembranza de ustedes algo de Nuestra
Aplicación, a fin de que puedan comprender que todo servicio a la vida es una
disciplina, una auto-negación, una Aplicación y una consagración de las propias
energías, de los vehículos e instrumentos a través de los cuales el alma busca
expresarse. No es meramente el azar lo que coloca en el papel de protectores y
guardianes de la raza a ciertas corrientes de vida que están destinadas a
permanecer en la memoria, en los corazones y en las conciencias de los pueblos
a lo largo de las eras.
IMAGEN DIVINA
Antes de que a Mi hijo se le diera
la oportunidad poner de manifiesto la Naturaleza Crística y de encarnar como la
Presencia Maestra de la Dispensación Cristiana, muchos de Nosotros nos reunimos
en los planos internos y, sentados alrededor de la mesa con el amado Señor
Maitreya, se Nos mostró cómo la conciencia y la vida de algún hijo o hija del
cielo podía ser entretejida en la maestría sobre la forma, sustancia y
apariencia.
Fueron muchos los espíritus valientes y brillantes que dieron un
paso adelante y solicitaron al Señor Maitreya esa oportunidad, pero Mi amado
Jesús fue quien recibió el honor.
Luego, se escogió entre los voluntarios a
quienes habrían de acompañarle, y constituir la fuerza de Su empeño.
Se Me dio
la oportunidad de venir y preparar un sitio para Él mediante la manifestación
de una vestidura física apropiada para que tal Ser Divino se pusiera. Puede que
ustedes no entiendan plenamente en qué consiste recibir en su conciencia una
imagen Divina en la plena liberación de las Esferas Internas, ver un ser que es
la manifestación exacta del Padre en gracia, en dignidad, en amor; y luego,
someterse a las bandas de olvido, encarnar y vivir en el mundo de la forma
donde es poco lo que te recuerda esa perfección.
Esperas que en el momento
cósmico, cuando seas llamado a renovar tu voto y manifestarlo, hayas mantenido
tu conciencia lo suficientemente libre de la impregnación del mundo de las
apariencias con sus distorsiones, de manera tal que puedas atraer la sustancia
propiamente dicha de este Ámbito y manifestar un templo perfecto, bello y lo
suficientemente puro para alojar al Hijo de Dios.
ENTRENAMIENTO ELEMENTAL
Durante muchos siglos Yo había sido entrenada en los templos de la Naturaleza
en cuanto a la atracción de la vida elemental, en la creación de formas de
flores, y en la conformación de diseños intrincados de árboles y aves.
Estaba
bien avanzada en el sendero de la Maestría hacia sostener la forma frente a la
radiación desintegradora que, al igual que el viento, desbarata la forma a
menos que esté rodeada por voluntad, fortaleza y amor.
Aún con este momentum de
logro, solicité una mayor asistencia, y fue entonces que el amado Arcángel
Gabriel prometió que Él vendría y traería a Mi conciencia externa una
remembranza de la figura plenamente crecida del Maestro, a fin de que Yo
pudiera sostenerla a lo largo de los nueve meses requeridos para traer dicha
forma al mundo.
SAINT GERMAIN COMO SAN JOSÉ
¿Les extraña que lo ame, y que ame a su amado Saint Germain?
Él también se ofreció a dar la fortaleza y poder de su momentum
de energía concentrada acopiada, y como José me dio no sólo protección sino
también el estímulo de inspiración en Mi servicio.
Fue así que estuve en
capacidad de manifestar el vehículo para el Maestro.
A lo largo del transcurso
de Su encarnación, constantemente se dirigían contra nosotros proyecciones para
destruir nuestra fe, y destruir la visualización que habíamos atraído de la
Imagen Divina.
Se requirió de Nosotros que a altas horas de la noche, después
de que el mundo se hubiera retirado a dormir, recreáramos esa Imagen Divina y
la sostuviéramos —pura y perfecta— a fin de que la manifestación más plena del
Poder Divino a través de Jesús pudiera bendecir la raza.
Les digo esto por una
razón y sólo una: Porque USTEDES TODOS Y CADA UNO, TIENEN LA OPORTUNIDAD DE
RECIBIR EN SUS PROPIAS CONCIENCIAS EL PATRÓN DlVINO DE SU PROPIO SER CRÍSTICO
—esa imagen que fue confeccionada en el principio por el gran Padre Eterno de
Vida y Su bello complemento, la Madre Eterna.
Este cuerpo electrónico está
modelado de fuego, ojos tan brillantes como estrellas, cabello lleno de luz de
sol, toda la forma manifestando la perfección y la simetría de la belleza
universal, y dentro del corazón el latido que contiene en sí todo el poder de
la creación que es el VERDADERO TU.
Ustedes han olvidado esa imagen, han
olvidado ese patrón. Las formas que llevan puestas hoy, la limitación en la que
se encuentran, son prueba manifiesta a la vida de que ustedes ya no mantienen
dentro de su concepto y conciencia, la forma inmaculada creada desde el corazón
del Padre.
PODER PARA SOSTENER EL CONCEPTO
DIVINO Cuando el amado Serapis
se empeñó en conseguir una dispensación para permitirle a ciertos miembros de
la raza convertirse en el Cristo, en Mi corazón hice el voto de que si se Me
daba la oportunidad, traería a la remembranza del hombre el poder para sostener
el Concepto Divino, escudriñándolo entonces y entrenando el pensamiento a
aceptarlo, entrenando a los sentimientos a regocijarse en la liberación y
perfección que cada hombre puede exteriorizar.
No estoy hablando desde un lugar
lejano.
No hablo desde una estrella o sol.
Hablo como una mujer que llevó un
cuerpo como el suyo, que conoció la privación y la carestía; que sintió el
temor y la incertidumbre de que el ser amado partiera cada día, con el
conoci-miento de que enfrentaba una prueba como ninguno de ustedes ha visto
jamás —ni tampoco sus seres amados serán citados a pasar por ella.
Conocía el
sendero por el que Mi hijo tenía que caminar.
Escuché el sonido de los clavos
en sus manos y pies. Vi el agua y la sangre emanar desde su costado, no una vez
sino a lo largo de los treinta y tres largos años de su bendita vida.
Sin
embargo, a pesar de esto, se requirió de Mí que sostuviera el concepto de la
forma maestra, victorioso y triunfante sobre la muerte.
Se requirió de Mí que
fuera madre de toda corriente de vida que El traía a casa —los discípulos, los
apóstoles, los indigentes, los indeseados.
Se requirió de Mí que mantuviera esa
paz, que sostuviera la serenidad que le daba confianza a quienes deseaban
creer, pero que ante el más leve estremecimiento de incertidumbre regresaban de
nuevo a la seguridad y la susodicha santidad de los templos ortodoxos.
De
manera que cuando Me dirijo a los hombres, hablo como una que sabe que mediante
la confianza y la fe en Dios, es posible exteriorizar la Imagen Divina
SI SE ES
CONSTANTE.
Me tocó ver a un ser a quien amaba más que a la vida misma, elevarse
triunfante desde la muerte, y ascender en presencia de cientos de individuos, a
su Estado Divino.
Ustedes pueden hacer esto por sí mismos, por sus seres
queridos, por sus compañeros servidores y por la raza.
Es todo cuestión de
cuánto aman a Dios.
Es una lealtad ya sea a la Divinidad —que ha esperado
durante millones de años para auto-exteriorizarse a través de ustedes, de sus
familias y de quienes están en el ambiente de ustedes— o a las apariencias.
Estoy deseosa, a través de aquellos individuos que estén dispuestos al menos a
experimentar con el empeño, de dirigir dentro de su conciencia —tal cual lo
hiciera Gabriel conmigo— el Concepto Divino de sí mismos.
Les estoy pidiendo
que diariamente, antes de dar inicio a su diario vivir, piensen por un momento
en la intención de Dios para con ustedes.
Con toda seguridad no se trata de una
forma decadente ni de una conciencia limitada sujeta a todo sentimiento y
pensamiento pasajero.
Ciertamente, el Dios que los hizo deseaba perfección para
(y a través de) ustedes y esto es el
Concepto Inmaculado de Dios.
Si tan sólo SINTIERAN esto, Amados Amigos, podrían
exteriorizarlo, inicialmente para sí mismos, y luego en su manejo del mismo
para ayudar a otros también, ya que hay muchos tipos de individuos que ustedes
contactan en los caminos de la vida, en su vida familiar, en su vida de
negocios o en su gran Servicio Cósmico.
Ellos no son diferentes del tipo de
individuos con quienes He vivido y con quienes hemos caminado.
De manera que conozco
bien lo que de rozar hombros con individuos se trata.
Fuente: libro:
Diario del Puente a la Libertad – Madre María Serapis Bey
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