La función de las coincidencias por Deepak Chopra
Decir que las coincidencias son mensajes codificados provenientes
de la inteligencia no circunscrita, plantea a la vida como una novela de
misterio. Presta atención, busca pistas, descifra su significado y, al final,
la verdad será revelada. En muchos sentidos, eso es exactamente lo que pasa.
Después de todo, la vida es el misterio más grande.
Lo que hace que la vida sea misteriosa es que nuestro destino
parece estar oculto para nosotros; sólo al final de la existencia estaremos en
posición de mirar hacia atrás y ver el camino recorrido. En retrospectiva, la
historia de nuestra vida parece perfectamente lógica. Es fácil seguir el hilo
de continuidad alrededor del cual hemos trenzado nuestras experiencias. Incluso
ahora, en cualquier punto que te encuentres de tu vida, puedes mirar hacia
atrás y ver con cuánta naturalidad ha fluido tu vida de un hito a otro, de un
lugar o empleo a otro, de un conjunto de circunstancias a otro completamente
diferente. Observa cuan sencillo pudo haber sido para ti, de sabido hacia dónde
conducía tu camino. La mayoría se pregunta: «¿Por qué me preocupaba tanto? ¿Por qué fui tan duro conmigo, con mis hijos?»
Si pudiéramos vivir en el nivel de la mente todo el tiempo no
necesitaríamos esperar a ver en retrospectiva para conocer las grandes verdades
de la vida. Las sabríamos de antemano. Participaríamos en la creación de la
aventura de nuestra vida. El camino sería evidente y no necesitaríamos señales,
pistas ni coincidencias.
Sin embargo, la mayoría no vive en el nivel del alma. Por eso, lo
único que puede mostrarnos la voluntad del Universo son las coincidencias.
Todos hemos experimentado coincidencias en nuestra vida. La palabra misma
describe perfectamente su significado: «co» significa con; «incidencia» significa suceso. Así pues, las coincidencias son sucesos que
ocurren con otros acontecimientos, dos o más sucesos que pasan al mismo tiempo.
Como la experiencia de la coincidencia es universal, la mayoría tendemos a
restarle importancia. Son momentos extraños de la vida que nos maravillan y
olvidamos al poco tiempo.
Las coincidencias son mucho más que una fuente de diversión. Una
coincidencia es una pista que nos indica la intención del espíritu universal y,
como tal, es rica en significados. Algunas personas utilizan la frase «coincidencia significativa», al hablar de sucesos
que ocurren al mismo tiempo y que tienen algún significado especial para quien
los experimenta. Sin embargo, creo que la frase «coincidencia
significativa» es redundante, pues
todas las coincidencias los son. Si no fuera así, no existirían. El hecho mismo
de que ocurran ya es significativo, sólo que a veces somos capaces de entender
su significado y otras no.
¿Qué significan las
coincidencias? La parte más profunda
de tu ser lo sabe» pero hay que atraer ese conocimiento a la superficie. El
significado no proviene de la coincidencia misma sino de ti, de la persona que
la experimenta. De hecho, sin nuestra participación, ningún suceso tendría
significado, el Universo entero carecería de significado. Somos nosotros
quienes damos significado a los acontecimientos y lo hacemos a través de la
intención. Las coincidencias son mensajes del ámbito no circunscrito que nos
indican cómo actuar para hacer que nuestros sueños —intenciones— se
manifiesten. Así pues, primero debes tener una intención y entonces ponerte en
contacto con tu ser espiritual. Sólo entonces podrás utilizar las coincidencias
para satisfacer tus intenciones.
Tener una intención es fácil, tan fácil como formular un deseo. Ser
más espiritual es difícil. Muchas personas que se creen espirituales no se han
sumergido aún en el vasto océano de la fuerza espiritual; más bien, nadan en la
superficie alejadas de las profundidades de la experiencia universal.
Milagros en el mundo real
Los milagros son un fenómeno real. En todas las tradiciones se
habla de milagros, pero cada una utiliza un lenguaje diferente. Decimos que un
suceso es milagroso cuando el resultado deseado se manifiesta de manera
sorprendente: queremos sanar de una terrible enfermedad, adquirir riquezas
materiales o hallar nuestro objetivo. Cuando esto sucede, decimos que es
milagroso. Alguien tiene una intención, un deseo o un pensamiento y entonces
eso ocurre. Un milagro es un ejemplo dramático de lo que pasa cuando una
persona es capaz de aprovechar el ámbito espiritual, y de aplicar una intención
para manifestar su destino.
Déjame darte un ejemplo de una notable coincidencia. David estaba
enamorado de una mujer llamada Joanna. Él la amaba profundamente, pero no
estaba seguro de querer comprometerse y casarse. Finalmente, decidió que la
llevaría a un parque y que ahí se le declararía. Todavía recelaba del
compromiso, pero esa mañana, al despertar, se sintió invadido por una sensación
de paz, de que todo estaría bien. David extendió el mantel sobre el pasto y
mientras reunía el valor para formular la pregunta, pasó sobre ellos un avión
con un cartel publicitario. Joanna volteó a verlo y preguntó: «¿Qué dirá el letrero?» Sin pensarlo, David
contestó: «Dice: ‘Joanna, ¿quieres casarte conmigo?’» Ambos miraron con más cuidado y en efecto el letrero decía: «Joanna, ¿quieres casarte conmigo?» Ella se echó en sus
brazos, se besaron y, en ese momento, David supo que casarse con ella era lo
mejor que podía hacer. Al día siguiente leyeron en el periódico que otra
persona se había declarado a su novia Joanna con un letrero en el parque; el
avión pasó en el momento justo para David. Esta notable coincidencia fue una
pista, un milagro, que le indicaba a David su futuro. Ellos siguen felizmente
casados hasta ahora.
Las personas que no se interesan en la espiritualidad atribuyen
esta clase de sucesos a la suerte. Creo que la suerte, al menos como
normalmente la entendemos, no tiene nada que ver con esto. Lo que la mayoría
llama suerte no es nada más ni nada menos que la aplicación de la sincronicidad
en el cumplimento de nuestras intenciones. Luis Pasteur, el científico que
descubrió que los microbios pueden provocar enfermedades, afirmó: «El azar favorece a la mente preparada». Esto puede trasladarse a una sencilla ecuación: «Oportunidad + Preparación = Buena suerte». A través de las lecciones del sincrodestino, es perfectamente
posible adoptar un estado de ánimo que permita ver que en la vida existen
momentos oportunos y que cuando los identificamos y aprovechamos, pueden
cambiar todo. «Suerte» es la palabra que utilizamos en el mundo moderno para
nombrar lo milagroso.
Así pues, sincronicidad, coincidencia significativa, milagro o buena
suerte, son distintas formas de referirse al mismo fenómeno. Como hemos visto,
la inteligencia del cuerpo se manifiesta a través de la coincidencia y la
sincronicidad. También la inteligencia más amplia de la naturaleza y el
ecosistema —la gran red de la vida— y la inteligencia fundamental del Universo.
Cuando empezamos a considerar las coincidencias como oportunidades,
cada una adquiere significado. Cada coincidencia se convierte en una
oportunidad para la creatividad. Cada coincidencia se convierte en una
oportunidad para convertirte en la persona que el Universo quiere que seas.
Esta es la verdad última del sincrodestino: la suma total del
Universo está modificándose para crear tu destino personal. Para ello utiliza
«conexiones no circunscritas y no causales».
¿Qué son las conexiones
no causales? Si analizamos todos los
sucesos inconexos de nuestra vida, todos tienen una historia entrelazada con un
destino personal. No causal significa que los sucesos están relacionados entre
sí, pero no por una, relación directa de causa y efecto, por lo menos en la
superficie. Son no causales sin causa. Volvamos al ejemplo que mencioné en el
primer capítulo: ¿qué tiene que ver que
Lady Mountbatten apreciara a mi padre con el hecho de que yo leyera a Sinclair
Lewis, o que mi amigo Oppo me inspirara? No existe conexión
excepto porque forman parte de mi historia individual, la cual me condujo a mi
destino particular. Ninguno de estos acontecimientos provocó los demás. Lady
Mountbatten no ordenó a mi padre que me diera un libro de Sinclair Lewis; sin
embargo esos dos sucesos actuaron conjuntamente para moldear mi destino. Todos
estaban conectados en un nivel más profundo.
Es imposible imaginar siquiera la complejidad de las fuerzas que
están detrás de cada acontecimiento de nuestras vidas. Existe una combinación
de coincidencias; el ámbito no circunscrito teje la red del karma o destino,
para crear la vida personal de cada individuo, tu vida o mi vida. La única
razón por la que no experimentamos la sincronicidad en nuestra vida diaria es
porque no vivimos desde el nivel en donde está ocurriendo. Normalmente
percibimos sólo relaciones de causa y efecto: esto causa eso, que causa esto
otro, que causa aquello: trayectorias lineales. Sin embargo, debajo de la
superficie ocurre algo más. Existe toda una red de conexiones, invisibles para
nosotros. Cuando se hacen evidentes, vemos cómo nuestras intenciones están
entretejidas en esta red, que es contextual, condicional, holística y rica, a
diferencia de nuestra experiencia superficial.
Con frecuencia caemos en comportamientos rutinarios; seguimos los
mismos patrones y actuamos de manera predecible, día tras día. Programamos
nuestra mente y sólo continuamos poniendo un pie delante del otro. ¿Cómo podrían ocurrir milagros si simplemente marchamos
mecánicamente por la vida, sin pensar ni estar conscientes? Las coincidencias son señalamientos en el camino que atraen
nuestra atención hacia algo importante de nuestras vidas, atisbos de lo que
ocurre más allá de las distracciones cotidianas. Podemos ignorar esas señales y
seguir adelante o podemos prestarles atención y vivir el milagro que está
esperándonos.
Cuando estaba concluyendo mi formación como médico, supe que me
especializaría en neuroendocrinología, el estudio del funcionamiento de las
sustancias químicas del cerebro. Desde entonces sabía que ése es un lugar donde
la ciencia y la conciencia se tocan; quería explorarlo. Solicité una beca para
estudiar con uno de los endocrinólogos más prominentes del mundo. Este
respetado científico estaba realizando investigaciones dignas del premio Nobel
y ansiaba poder aprender de él. Entre miles de solicitantes, fui uno de los
seis elegidos para trabajar con él, ese año.
Poco después de que empezamos, percibí que su laboratorio tenía más
que ver con la gratificación del ego que con la verdadera ciencia. Los técnicos
éramos tratados como máquinas y se esperaba que produjéramos trabajos de
investigación en serie, listos para publicarse. Aquello era tedioso y
frustrante. Era terrible y decepcionante trabajar con alguien tan famoso, tan
respetado y sentirse tan desdichado como me sentía. Había asumido muy
ilusionado el puesto, pero no hacía nada más que inyectar sustancias químicas a
las ratas, todo el día. Cada mañana revisaba la sección de anuncios clasificados
del periódico Boston Globe, consciente de mi desilusión pero pensando que el
camino que estaba siguiendo era el único posible.
Recuerdo haber leído un pequeño anuncio de un puesto en la sala de
emergencias de un hospital local. De hecho, cada mañana, cuando abría el
periódico, veía ese pequeño anuncio. Aunque lo hojeara rápidamente, siempre lo habría
en la misma página, en el mismo sitio. Lo veía e inmediatamente lo sacaba de mi
mente. En el fondo me imaginaba a mí mismo trabajando en esa sala de emergencias
y ayudando a las personas en vez de seguir inyectando ratas, pero mi sueño
había sido tener esa beca con el renombrado endocrinólogo.
Un día, ese endocrinólogo me trató de manera cruel y degradante.
Discutimos y salí a la sala de espera para calmarme. Sobre la mesa estaba el
Boston Globe abierto en la página del pequeño nuncio, ese mismo anuncio que
había estado ignorando durante semanas. La coincidencia era demasiado evidente
como para ignorarla. Todo cayó finalmente en su lugar. Supe que estaba en el
lugar equivocado haciendo las cosas equivocadas. Estaba harto de la rutina, del
ego de ese endocrinólogo, de las ratas, del sentimiento de no estar haciendo lo
que mi corazón quería hacer. Regresé a la oficina y renuncié. El endocrinólogo
me siguió al estacionamiento gritando a los cuatro vientos que mi carrera
estaba acabada, que él se encargaría de que nadie me contratara.
Con su voz retumbando todavía en mis oídos, subí a mi auto, fui
directamente a aquella pequeña sala de emergencia, solicité el puesto y empecé
a trabajar ese mismo día. Por primera vez pude tratar y ayudar a personas que
realmente estaban sufriendo; por primera vez en mucho tiempo me sentí feliz. El
anuncio del Boston Globe me había hecho señas durante semanas, pero las había
ignorado. Finalmente me di cuenta de la coincidencia y pude cambiar mi destino.
Aunque parecía que el trabajo de laboratorio era lo que había deseado toda mi
vida, el hecho de prestar atención a esta coincidencia me permitió romper con
mis patrones habituales. Era un mensaje sólo para mí, una señal personalizada.
Todo lo que había hecho hasta ese momento eran preparativos para ese cambio.
Algunos pensaron que la beca misma había sido un error, pero si no la hubiera
obtenido tal vez no habría estado en Boston. Y si no hubiera estado trabajando
en el laboratorio del endocrinólogo, tal vez no habría visto ese anuncio y
nunca hubiera escuchado el llamado de mi corazón. Tuvieron que ocurrir muchas
cosas para que esta parte de mi vida se desarrollara como lo ha hecho.
De acuerdo con un poema de Rumi, uno de mis literatos y filósofos
favoritos, «ésta no es la realidad
real. La realidad real está detrás del telón. En verdad no estamos aquí; ésta
es nuestra sombra». Lo que experimentamos
como realidad cotidiana es sólo una representación de sombras. Detrás del telón
está un alma viviente, dinámica e inmortal, que está más allá del tiempo y el
espacio. Si actuamos desde ese nivel, podemos influir conscientemente en
nuestro destino. Esto ocurre a través de la sincronización de relaciones,
aparentemente no causales, que dan forma a un destino.
De aquí el sincrodestino. En el sincrodestino participamos
conscientemente en la creación de nuestras vidas, por medio del entendimiento
del mundo que está más allá de nuestros sentidos, el mundo del alma.
La coincidencia del Universo
Nada existiría, absolutamente nada, de no haber sido por una
notable serie de coincidencias. Una vez leí un artículo en el que un físico
describía el Big Bang que dio origen a nuestro Universo. En ese momento, el
número de partículas que se crearon fue ligeramente mayor al número de
antipartículas. Las partículas y las antipartículas chocaron y se aniquilaron
entre sí llenando el Universo de fotones.
Debido al desequilibrio inicial, hubo algunas partículas que sobrevivieron
a la aniquilación, y éstas dieron origen a lo que conocemos como mundo
material. Tú, yo y el resto del Universo —incluyendo estrellas y galaxias—
somos restos del momento de la creación. El número total del partículas que
quedaron es de 10m (esto es, el número 1
seguido por 80 ceros). Si el número de
partículas hubiera sido un poco mayor, las fuerzas gravitacionales hubieran
forzado al joven Universo a colapsarse en sí mismo formando un enorme hoyo
negro, lo que significa que no habría tú) yo, estrellas ni
galaxias. Si el número de partículas de materia hubiera sido un poco menor, el
Universo se habría expandido tan rápidamente sin opción para que las galaxias
se formaran como lo hicieron.
Los primeros átomos fueron de hidrógeno. Si la poderosa fuerza que
sostiene el núcleo de un átomo hubiera sido un poco más débil, el deuterio
—estado por el que atraviesa el hidrógeno antes de convertirse en helio— no
habría existido y el Universo hubiera continuado siendo hidrógeno puro. Si, por
otra parte, las fuerzas nucleares hubieran sido un poco más fuertes, todo el
hidrógeno se habría quemado rápidamente, dejando a las estrellas sin
combustible. Así pues, tal como las fuerzas gravitacionales necesitaban tener
exactamente la fuerza que tuvieron, las fuerzas electromagnéticas que mantienen
los electrones en su lugar, necesitaban ser exactamente como fueron, ni más
fuertes ni más débiles, para que las estrellas se convirtieran en supernovas y
los elementos pesados se desarrollaran.
El proceso del carbono y del oxígeno, esenciales para el
crecimiento de organismos biológicos, requirió y requiere muchas coincidencias
desde el momento del Big Bang. El hecho de que tú y yo existamos, y que el
Universo, las estrellas, las galaxias y los planetas existan, ¡es un suceso muy improbable! ¡Una absoluta coincidencia! Un milagro que se
remonta al principio del tiempo.
De haber podido ver el Universo en un momento determinado de esa
época, hubiera sido imposible distinguir el patrón general que estaba
desarrollándose. Cuando las estrellas se estaban formando, no habríamos podido
imaginar a los planetas, por no mencionar a las jirafas, las arañas, las aves y
los humanos. Cuando el espermatozoide se unió al óvulo para crear al ser humano
que eres ahora, nadie podía haber imaginado la increíble historia de tu vida,
las fantásticas vicisitudes de tu pasado, las personas que conocerías, los
hijos que tendrías, el amor que generarías, la huella que dejarías en este
mundo. No obstante, aquí estás, una prueba viviente de los milagros cotidianos.
El hecho de que no podamos ver los milagros como vemos los trucos de magia, con
su gratificación instantánea, no significa que no estén ocurriendo. Muchos
milagros necesitan tiempo para revelarse y poder ser apreciados.
Voy a contarte otro ejemplo de mi vida para ilustrar el
funcionamiento pausado de la sincronicidad. Todo empezó cuando tenía diez u
once años, un día en que mi padre nos llevó a mi hermano y a mí a ver un
partido de criquet, entre la India y las Indias Occidentales. Los países del (Caribe tenían maravillosos jugadores de criquet; algunos podían
lanzar la pelota a 95 millas por hora. Las Indias Occidentales estaban
apaleando a India por cinco carreras, lo que es un desastre en criquet. Fue
entonces que entraron en escena dos jóvenes jugadores. Para proteger su
privacía, los llamaré Saleem y Mohán.
Estos jugadores eran sorprendentes. Refinaron el juego, defendieron
cada pelota y anotaron «sixers» una y otra vez. Gracias a ellos, el equipo hindú ganó este juego
imposible. Las celebraciones casi terminan en motín; la gente quemó los palos
de criquet. Para mi hermano y para mí, estos dos jugadores se convirtieron en
héroes. Todo lo que hadamos era soñar en d criquet Formamos un club de este
deporte, y empezamos un álbum de recortes para coleccionar información sobre
Mohán y Saleem.
Cuarenta años después, en compañía de tres amigos viajaba por
Australia. Era imposible tomar un taxi hacia el aeropuerto, porque estaban
saturados debido a un partido de criquet entre los equipos de Australia y las
Indias Occidentales. Tampoco siquiera podíamos rentar un auto porque todos
estaban alquilados. Finalmente, el portero del hotel nos dijo que había una
limusina que iba rumbo al aeropuerto; había otras personas en ella, pero
estaban dispuestas a compartirla. Nos sentimos afortunados por conseguir el
aventón y nos subimos al vehículo. En él estaban una mujer llamada Kamla y un
hombre. Durante el camino al aeropuerto escuchamos al chofer gritar una y otra
vez, y nos preguntamos qué estaría ocurriendo. Nos dijo que las Indias
Occidentales estaban vapuleando al equipo australiano. En ese momento mi mente
se inundó totalmente con los recuerdos de aquel juego de mi infancia. Fue un
sentimiento tan increíble que no pude evitar comentarlo con los demás
pasajeros. Aunque había ocurrido varias décadas atrás, aún podía relatarlo con
detalle.
Cuando finalmente llegamos a la taquilla del aeropuerto, el agente
le dijo a Kamla que su vuelo estaba programado para el día siguiente. ¡Ella se había equivocado de fecha! Preguntó si había
boletos para ese día, pero todos los vuelos estaban vendidos. Luego llamó a su
hotel para reservar otra noche, pero éste también estaba lleno debido al juego
de criquet. Nosotros le sugerimos que nos acompañara a Brisbane. Uno de mis
amigos le habló de la combinación de improbabilidades, de que las coincidencias
son pistas que nos indican la voluntad del Universo. Ella terminó subiéndose a
nuestro vuelo. En el avión, un pasajero hindú que estaba sentado a mi
izquierda, me reconoció y sacó un ejemplar de uno de mis libros, «Las siete
leyes espirituales del éxito». Me pidió que se lo autografiara y yo le pregunté
su nombre.
—Ramu —contestó.
—Bien, Ramu, ¿cómo te apellidas?
—Menon —contestó.
—No eres hijo de Mohán Menon, ¿o sí?
Él contestó que sí.
—Ramu —contestó.
—Bien, Ramu, ¿cómo te apellidas?
—Menon —contestó.
—No eres hijo de Mohán Menon, ¿o sí?
Él contestó que sí.
¡Mohán Menon había sido
mi héroe décadas atrás en ese partido de criquet! Hablé con Ramu durante
más de dos horas. Estaba totalmente sobrecogido por la emoción. Para mí, era
como estar hablando con el hijo de Babe Ruth. Le pregunté si jugaba criquet y
me contestó que ya no, pero que en su momento había alternado con algunos
excelentes jugadores. Cuando le pregunté con quiénes, él contestó: «Ravi Mehra». En ese momento, Kamla,
que estaba sentada detrás de mí, hizo una exclamación. Ravi Mehra era su
hermano. Cuando empezaron a hablar, resultó que cada uno tenía contactos de
negocios que podían servir al otro y más tarde pudieron ayudarse de tal modo
que ambos obtuvieron grandes ganancias. Y yo fui el afortunado catalizador que
transformó las vidas de estos dos extraños a los que acababa de conocer.
Cuarenta años después de ese partido de criquet, la compleja e impredecible red
de relaciones dio origen a una serie de oportunidades inéditas. Uno nunca sabe
cómo y cuándo reaparecerá una experiencia; uno nunca sabe cuándo una
coincidencia nos guiará a la oportunidad de nuestra vida.
Atención e intención La conciencia organiza su actividad en
respuesta a la atención y a la intención. Aquello en lo que pones tu atención
se llena de energía; aquello de lo que apartas tu atención pierde fuerza. Por
otro lado, la intención es la clave para la transformación, como ya vimos.
Puede decirse que la atención activa el campo de energía y que la intención
activa el campo de información, lo que da lugar a la transformación.
Cada vez que hablamos, transmitimos información a través de un
campo de energía usando ondas sonoras. Cada vez que enviamos o recibimos un
correo electrónico, utilizamos información y energía. La información está en
las palabras que eliges y la energía es el impulso electromagnético que viaja
por el ciberespacio. La información y la energía están inextricablemente
unidas.
¿Has notado que cuando
empiezas a prestar atención a una palabra, un color o un objeto en particular,
suelen aparecer más frecuencia en tu entorno? Mi primer auto fue un
Volkswagen Beetle. Yo nunca había prestado mucha atención a los autos, y rara
vez había notado Volkswagens en la calle, pero después de que compré mi Beetle,
empecé a verlos por todos lados. ¡Parecía que uno de cada
tres autos era un Beetle convertible rojo! No es que estos autos
estuvieran desempeñando un papel más importante en el Universo, pero mi
atención hizo que cualquier cosa relacionada con ellos saltara a mi campo de
atención.
Todos los días ocurren millones de cosas que jamás entran en
nuestra mente consciente: sonidos de la calle, conversaciones de las personas
que nos rodean, artículos del periódico que recorremos rápidamente con la
vista, patrones en la ropa, colores de zapatos, aromas, texturas, sabores.
Nuestra conciencia solo puede manejar una cantidad limitada de información, por
lo que contamos con una atención selectiva. Cualquier cosa en la que decidamos
concentrar nuestra atención atravesará el sistema de filtración de la mente.
Por ejemplo, imagina que estoy hablando contigo en una fiesta. Tú y yo tenemos
una conversación interesante y el resto de la fiesta es sólo un murmullo de
fondo. Entonces, algunas personas empiezan a hablar de ti en el otro extremo de
la habitación y de un momento a otro empiezas a escuchar lo que están diciendo.
El murmullo de la fiesta desaparece, y aunque yo esté junto a ti hablándote al
oído, tú no me escuchas. Así de poderosa es la atención.
En el mundo físico contamos con muchas maneras diferentes de
obtener información: periódicos, libros, televisión, radio, conversaciones por
teléfono celular, radios de onda corta. Todas estas formas de explotar esa
clase de información, y muchas otras, están a nuestra entera disposición. Sólo
tenemos que sintonizarlas con nuestros sentidos: mirar, escuchar, sentir, oler
y saborear el entorno que nos rodea. Pero si lo que queremos es explotar la
información que está en el nivel del alma, necesitamos otra manera de
obtenerla.
Normalmente no dirigimos nuestra atención hacia esa dimensión
oculta, pero todo lo que ocurre en el mundo visible ahí tiene sus raíces. Todo
está conectado con todo lo demás. En el mundo espiritual esas conexiones se
hacen visibles, pero en el físico sólo las vislumbramos a través de las pistas
que nos dan las coincidencias. Así como la atención genera energía, la
intención permite la transformación de esa energía. La atención y la intención
son las herramientas más poderosas del experto en espiritualidad. Son ellas las
que atraen una determinada clase dé energía, y una determinada clase de
información.
Así pues, mientras más atención prestes a las coincidencias, más
atraerás otras coincidencias que te ayudarán a aclarar su significado. La
atención prestada a las coincidencias atrae la energía y la pregunta «¿qué significa?» atrae la información.
La respuesta puede llegarte como una cierta idea, un sentimiento intuitivo, un
encuentro o una nueva relación. Puedes experimentar cuatro coincidencias
aparentemente inconexas y comprender todo de repente, al ver el noticiero de la
noche: «Ah, ¡eso es lo que
significaban!» Mientras más atención prestes a las coincidencias y más te preguntes
por su significado, más frecuentemente ocurrirán y más evidente será su
significado. En el momento en que eres capaz de percibir e interpretar las
coincidencias, tu camino hacia la realización salta a la vista.
Para la mayoría de las personas, el pasado reside sólo en la
memoria y el futuro sólo en la imaginación. Sin embargo, en el nivel
espiritual, el pasado, el futuro y todas las distintas probabilidades de la
vida existen simultáneamente. Todo ocurre al miaño tiempo. Es como si
estuviéramos reproduciendo un CD; el disco tiene 25 pistas, pero en este
momento sólo estoy escuchando la número 1. Las demás pistas están en el disco
en este mismo instante, sólo que no las estoy escuchando. Y si no soy
consciente de ellas, puedo dar por hecho que no existen.
Si tuviera un reproductor de pistas de las experiencias de mi vida,
podría escuchar el ayer, el hoy o el mañana con la misma facilidad. Las
personas que están sintonizadas con el yo profundo pueden acceder a este ámbito
profundo porque ese yo no está separado del Universo. Los budistas dicen que tu
«yo» es un «inter-ser» que está interrelacionado con todo lo que existe. Eres
una parte inseparable de la sopa cuántica del cosmos.
Cómo fomentar las coincidencias
Ya sabemos que la atención que prestamos a las coincidencias atrae más coincidencias y que la intención revela su significado. De este modo, las coincidencias se convierten en pistas que nos indican la voluntad del Universo y nos permiten su sincronicidad y aprovechar las infinitas oportunidades de la vida. Sin embargo, con todos esos billones de fragmentos de información que nos están llegando en todo momento, ¿cómo sabemos a qué prestar atención?, ¿cómo evitamos estar buscándole significados a cada tasca de té, a cada comercial de televisión, a cada mirada de un desconocido en la calle? A la vez ¿cómo evitamos pasar por alto información valiosa?
Ya sabemos que la atención que prestamos a las coincidencias atrae más coincidencias y que la intención revela su significado. De este modo, las coincidencias se convierten en pistas que nos indican la voluntad del Universo y nos permiten su sincronicidad y aprovechar las infinitas oportunidades de la vida. Sin embargo, con todos esos billones de fragmentos de información que nos están llegando en todo momento, ¿cómo sabemos a qué prestar atención?, ¿cómo evitamos estar buscándole significados a cada tasca de té, a cada comercial de televisión, a cada mirada de un desconocido en la calle? A la vez ¿cómo evitamos pasar por alto información valiosa?
Estas preguntas no tienen una respuesta fácil. Parte de aprender a
vivir el sincrodestino consiste en aprender a ser instrumentos sensibles en
nuestro entorno. Cierra los ojos un momento. Trata de percibir todo lo que hay
en el ambiente. ¿Qué sonidos escuchas? ¿Qué estás oliendo,
sintiendo o saboreando en este preciso instante? Pon tu atención en cada
uno de tus sentidos individualmente y toma plena conciencia de ellos.
Si no has practicado este ejercicio antes, es probable que hayas
pasado por alto algunos de estos estímulos, no porque sean débiles, sino porque
estamos tan acostumbrados a ellos que ya no les prestamos atención. Por
ejemplo, ¿qué sentiste?, ¿cuál era la temperatura? ¿Había brisa o el aire estaba quieto?, ¿qué partes de tu cuerpo estaban en contacto con la silla en la que
estás sentado? ¿Notaste la presión en la parte posterior de tus muslos, en la parte
baja de la espalda? ¿Qué me dices de los sonidos? La mayoría podemos
distinguir fácilmente el ladrido lejano de un perro o el ruido de niños que
juegan en la habitación contigua, pero ¿qué hay de los sonidos
más sutiles? ¿Escuchaste el ruido del calentador o del aire acondicionado?, ¿percibiste tu
respiración o los gruñidos de tu estómago?, ¿qué me dices del barullo del tráfico?.
Las personas sensibles a los acontecimientos y estímulos de su
entorno son sensibles a las coincidencias que les envía el Universo. Las pistas
no siempre vendrán a través del correo o de la pantalla de la televisión (aunque a veces lo harán). Pueden ser tan sutiles
como el olor del humo de una pipa que entra por una ventana abierta y que te
recuerda a tu padre, lo que a su vez te recuerda un libro que le gustaba, y
que, por alguna razón, llega a desempeñar un papel importante en tu vida, en
ese momento.
Por lo menos una vez al día, concéntrate durante uno o dos minutos
en alguno de tus cinco sentidos: vista, oído, gusto, tacto u olfato, y
permítete apreciar tantos aspectos de este sentido como sea posible. Aunque al
principio te cueste trabajo, pronto lo harás con toda naturalidad. Clausura los
otros sentidos si te distraen demasiado. Por ejemplo, prueba distintos
alimentos mientras te tapas la nariz y cierras los ojos; concéntrate en la
textura de la comida, sin distraerte con su aspecto u olor.
Naturalmente, tu atención se verá atraída por los estímulos más
poderosos e inusuales; estos son los que debes observar con detenimiento.
Mientras más inverosímil sea la coincidencia, más vigorosa será la pista. Si
estás considerando casarte y tomas conciencia de los anuncios de los anillos de
compromiso, ésa es una coincidencia menor, pues dichos anuncios abundan. Sin
embargo, si estás ponderando pedirle matrimonio a Joanna y en ese momento pasa
sobre tu cabeza un letrero que dice: «Joanna, ¿quieres casarte conmigo?», la situación es totalmente inaudita y constituye un mensaje muy
poderoso sobre el camino que el Universo tiene planeado para ti.
Cuando surja una coincidencia, no la ignores. Pregúntate: «¿Cuál es el mensaje? ¿Qué significa esto?» No tienes que salir a
buscar las respuestas. Formula la pregunta y las respuestas surgirán. Pueden
llegar como la comprensión repentina de algo, como una experiencia creativa
espontánea o como algo muy diferente. Tal vez conocerás a una persona que esté
relacionada de algún modo con la coincidencia. Una conversación, una relación,
un encuentro casual, una situación o un suceso te dará inmediatamente una pista
sobre su significado. «¡Ah, se trataba de esto!»
Recuerda cómo la discusión final que tuve con el endocrinólogo le
dio significado al anuncio del Boston Globe que había estado viendo, y que
hasta ese entonces ignoraba. La clave está en prestar atención y preguntar.
Otra cosa que puedes hacer para fomentar las coincidencias es
llevar un diario de las coincidencias de tu vida. Después de años de tomar
notas, las clasifico en pequeñas, medianas, bomba y doble bomba. Tú puedes
hacerlo como se te haga más fácil. Para algunos, lo más sencillo es llevar un
registro diario y subrayar o señalar palabras, frases o nombres de cosas que se
manifiestan como coincidencias. Otros llevan un diario especial de
coincidencias; utilizan una nueva página para cada coincidencia significativa,
y apuntan en esa página otras conexiones con ese suceso.
A las personas que quieran ahondar con mayor profundidad en las
coincidencias, les recomiendo la recapitulación. Ésta es una manera de tomar la
posición de observador de tu vida y tus sueños, de modo que las conexiones, temas,
imágenes y coincidencias se hagan más claras. Como nuestra conexión con el alma
universal es mucho más evidente cuando soñamos, este proceso nos permite
acceder a un nivel de coincidencias totalmente nuevo.
Cuando vayas a la cama por la noche y antes de dormir, siéntate
unos minutos e imagina que estás viendo en la pantalla de tu conciencia todo lo
que ocurrió durante el día. Observa tu día como si fuera una película. Mírate
despertando en la mañana, cepillándote los dientes, desayunando, conduciendo al
trabajo, arreglando tus asuntos, regresando a casa, cenando; todo lo que haya
ocurrido en el día hasta el momento de ir a la cama. No tienes que analizar,
evaluar o juzgar lo que ves; sólo ve la película. Apréciala completa. Incluso
es posible que repares en cosas que no te parecieron importantes en su momento.
Tal vez notes que el color del cabello de la mujer que estaba detrás del
mostrador de la farmacia era el mismo que tenía tu madre cuando eras niño. O
tal vez prestes especial atención al chiquillo que lloraba mientras su madre lo
arrastraba por el pasillo del supermercado. Es sorprendente la cantidad de
cosas que puedes ver en la película de tu día, que tal vez no notaste
conscientemente durante el día.
Mientras ves cómo pasa tu día en la película, aprovecha la
oportunidad de observarte objetivamente. Tal vez te veas haciendo algo que te
enorgullece en especial; a veces te verás haciendo cosas vergonzosas. Te
repito: el objetivo no es evaluar, sino obtener un poco de información sobre el
comportamiento del protagonista, de ese personaje que eres tú.
Cuando hayas concluido la recapitulación, que puede durar sólo
cinco minutos o hasta media hora, di estas palabras para ti: «Todo lo que he observado, esta película de un día de mi vida, está
guardada en un lugar seguro. Puedo evocar esas imágenes en la pantalla de mi
conciencia, pero tan pronto como las dejo ir, desaparecen. La película ha
terminado». Luego, cuando vayas a dormir, afirma: «Así como he recapitulado el día, doy instrucciones a mi alma, a mi
espíritu y a mi subconsciente para que observen mis sueños». Al principio tal vez no notes cambios, pero si practicas cada
noche durante algunas semanas, empezarás a tener una experiencia muy nítida de
que el sueño es el escenario y de que tú eres la persona que está observando
todo. Cuando despiertes en la mañana, recapitula la noche tal como
recapitulaste el día al anochecer.
Una vez que seas capaz de recordar la película de tus sueños, anota
algunas de las escenas más memorables. Inclúyelas en tu diario. Apunta
especialmente las coincidencias. La inteligencia no circunscrita nos
proporciona claves en el sueño tal y como lo hace en la vigilia. Durante el día
conozco personas, tengo interacciones, me encuentro en situaciones,
circunstancias, sucesos, relaciones; por la noche también experimento estas
situaciones. La diferencia es que en el día parece haber una explicación lógica,
racional, de lo que ocurre. Nuestros sueños no sólo son proyecciones de nuestra
conciencia; son, de hecho, la interpretación que hacemos de las trayectorias de
nuestra vida. Los mecanismos del sueño y de lo que nos pasa en lo que llamamos
realidad, son las mismas proyecciones del alma. Sólo somos observadores. Así
pues, empezamos gradualmente a notar correlaciones, imágenes que se repiten
tanto en los sueños como en la realidad cotidiana; más coincidencias nos
ofrecen más pistas para guiar nuestro comportamiento; empezamos a disfrutar más
oportunidades; tenemos más «buena suerte».
Estas pistas señalan la dirección que debemos dar a nuestra vida. A
través del proceso de recapitulación reparamos en los patrones recurrentes y
empezamos a desentrañar el misterio de la vida.
Este proceso es especialmente útil para liberarse de hábitos
destructivos. La vida tiene ciertos temas que interpreta. A veces, esos temas
actúan a nuestro favor pero también en contra, especialmente si repetimos los
mismos patrones o temas una y otra vez con la idea de obtener un resultado
distinto. Por ejemplo, muchas personas que se divorcian vuelven a enamorarse,
pero terminan en un tipo de relación exactamente igual a la que tuvieron antes.
Repiten el mismo trauma, reviven la misma angustia y luego preguntan: «¿Por qué me sucede lo
mismo?» El proceso de
recapitulación puede ayudarnos a observar estos patrones y una vez que los
hemos discernido podemos tomar decisiones más conscientes. La revisión diaria
de nuestro día no es algo en absoluto necesario, pero nos ayuda a comprender y
a atraer coincidencias a la superficie.
Procura mantenerte sensible, observa las coincidencias en tu vida
diurna y en tus sueños, y presta especial atención a lo que traspase el límite
de probabilidades, esto es, la posibilidad estadística de que un acontecimiento
ocurra en el espacio-tiempo. Todos necesitamos planear las cosas hasta cierto
punto, elaborar suposiciones sobre mañana aunque de hecho no sepamos qué va a
pasar. Cualquier cosa que perturbe nuestros planes o nos desvíe de la
trayectoria que creemos llevar, puede ofrecernos información valiosa. Incluso
la ausencia de sucesos que esperas puede ser una pista que te indique la
intención del Universo.
Quienes tienen dificultades para salir de la cama en las mañanas
para ir a un trabajo que odian, los que no son capaces de comprometerse con sus
actividades profesionales, aquellos que se sienten emocionalmente «muertos»
después de un día en la oficina, necesitan prestar atención a esos
sentimientos. Son señales importantes de que debe haber una forma de obtener
más satisfacción de la vida. Tal vez un milagro está esperando a la vuelta de
la esquina. Nunca lo sabrás mientras no formules una intención, seas sensible a
las pistas que te ofrece el Universo, sigas la cadena de las coincidencias y
ayudes a crear el destino que tanto deseas.
Por supuesto, la vida puede ser difícil y todos tenemos tareas,
responsabilidades y obligaciones cotidianas que pueden llegar a abrumarnos. Las
coincidencias pueden volar hacia ti desde todas direcciones o pueden aparentar
haberse secado por completo. ¿Cómo encontrar el camino
en un mundo tan complejo? Tómate cinco minutos
todos los días y simplemente permanece sentado en silencio. Durante esos
momentos, plantéale estas preguntas a tu atención y a tu corazón: «¿Quién soy? ¿Qué quiero para mi vida? ¿Qué quiero de mi vida
hoy?» Entonces relájate y
deja que el flujo de tu conciencia, esa suave voz interior, las conteste.
Luego, después de cinco minutos, escríbelas. Haz esto todos los días y te
sorprenderá cómo las situaciones, circunstancias, acontecimientos y personas se
organizarán en función de las respuestas. Éste es el comienzo del
sincrodestino.
La primera vez puede resultar difícil contestar estas preguntas.
Muchos no estamos acostumbrados a pensar en términos de nuestras necesidades y
deseos, y si lo hacemos, no creemos poder satisfacerlos. Si no has definido la
meta de tu vida por ti mismo, ¿qué estás haciendo
entonces? Sería maravilloso si el Universo pudiera mostrarnos una gran pista,
o si prefieres, una brújula gigante qué nos señalara la dirección que debemos
tomar.
El hecho es que la brújula está ahí. Para encontrarla sólo
necesitas buscar en tu interior el deseo más puro de tu alma, el sueño que
tiene para tu vida. Siéntate en silencio. Una vez que revelas ese deseo y
comprendes su naturaleza esencial, cuentas con un punto de referencia constante
que puedes expresar en forma de símbolos arquetípicos.
Deepak Chopra
Extracto de su libro Sincrodestino
Extracto de su libro Sincrodestino
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