EL SOL QUE NOS NUTRE
«El método más eficaz para renovar la
materia de vuestro organismo, consiste en saber trabajar con el Sol.»
I
El Sol es el padre de los planetas, todos
han salido de él; así pues, todo lo que existe en la tierra, elementos
químicos, substancias minerales o vegetales, existe ya en estado sutil,
etérico, en el sol. La cuestión es saber cómo, concentrándonos en el sol,
podemos captar en su pureza original todos los elementos de los que tenemos
necesidad para nuestro equilibrio y nuestra salud. Pues mientras busquemos los
remedios únicamente abajo, en el plano físico, sin hacer ningún esfuerzo para
elevarnos, no ganaremos nada en el plano espiritual.
A la menor indisposición, la mayoría de
la gente ingiere gran cantidad de medicamentos. Por supuesto, los elementos que
entran en la composición de estos medicamentos vienen del sol, pero si
hiciéramos el esfuerzo de tomar estos elementos del plano etérico, de la
fuente, nos sería más provechoso. La medicina no conoce todavía estos
elementos, pues son demasiado sutiles, pero son más importantes que todos los
que ha descubierto hasta el momento.
Actualmente, la medicina oficial da a las
glándulas endocrinas un papel esencial. Es un error. En realidad, en el plano
astral y en el plano mental existen otros factores que ponen en marcha y rigen
el funcionamiento de las glándulas endocrinas. Cuando una de estas glándulas
segrega hormonas en cantidad insuficiente o excesiva, produce anomalías en el
organismo, a causa de algo. Y esta causa, ¿dónde se encuentra? Precisamente en
los planos astral y mental. Estas dos regiones, donde se forman los
sentimientos y los pensamientos, todavía no han sido exploradas ni dominadas,
pero desde ahí se proyectan los elementos que se ponen en movimiento y alteran
inmediatamente los demás instrumentos: las glándulas endocrinas o el sistema
nervioso, el simpático, los ganglios… Hay que ir a buscar mucho más arriba las
causas de las enfermedades y sus remedios. Poco a poco la ciencia las
descubrirá.
No hace mucho tiempo, se decía: «Si usted
toma tantos prótidos, tantos lípidos, tantos glúcidos, tantas sales minerales…
usted tendrá tantas calorías que le darán tanta energía». Y se creía que las
calorías lo eran todo, hasta el día en que se advirtió que existían elementos
más sutiles e imponderables: las vitaminas. Desde entonces no se habla más que
de vitaminas y todo el mundo se atiborra de vitaminas. Los Iniciados no tienen
necesidad de tomar vitaminas: en sus trabajos espirituales, llegan a captar
otros elementos mucho más sutiles y eficaces que se encargan de poner todo a
punto en el organismo, incluida la asimilación de las vitaminas. Ahora se han
descubierto las hormonas, pero no es la última palabra.
La última palabra, os lo he dicho, son
los pensamientos y los sentimientos. Sí, pues los pensamientos y los
sentimientos son fuerzas que ponen en marcha ciertos resortes que actúan a su
vez sobre el organismo, las glándulas endocrinas, el sistema nervioso etc., y
según sus cualidades, estos pensamientos y sentimientos producen la armonía o
el desorden. Hay actualmente algunos investigadores que trabajan en esta
dirección, pero no se les escucha. Más adelante, los médicos adoptarán
oficialmente sus teorías: sólo se estudiarán estos factores sutiles que son el
pensamiento y el sentimiento, se crearán nuevas ramas de estudio, con
laboratorios y técnicas especiales y no les quedará otro remedio que reconocer
que la Ciencia esotérica tenía bases sólidas y reales.
Ahora os diré como podéis tomar esas
partículas etéricas que el sol envía por la mañana. Es muy simple, ni siquiera
vale la pena saber cuáles son los elementos que restablecerán vuestra salud,
eso no tiene ninguna importancia. Esforzaos solamente en ascender a través del
pensamiento hasta las regiones más sutiles: os situáis allí, esperáis… y
entonces vuestra alma y vuestro espíritu, que son químicos y médicos muy
competentes, que conocen exactamente la naturaleza de todas las
substancias etéricas, captarán lo que os es necesario y dejarán el resto a un
lado. Esperáis, inmersos en el amor, la entrega, la alegría, la confianza… y
poco después, cuando volváis, sentiréis que algo se ha restablecido, apaciguado,
reforzado…
Importa poco si, por el momento, no
conocéis la naturaleza de esos elementos. Lo que puedo deciros en algunas
palabras es que se encuentran en el prana. El prana es una fuerza viva, es la
vitalidad que proviene del sol, que se respira del aire y que se absorbe a
través de todas las células. Se puede comparar el prana al agua que desciende
de las altas montañas, a un río que encierra numerosos elementos nutritivos
para los peces, pero también para los animales y los hombres que viven en las
orillas. El prana es un río que viene del sol hasta nosotros y debemos extraer
los elementos que necesitamos, a través de la respiración y la meditación. Los
que prefieren abrir la boca para tragar una píldora, deben saber que es nociva
y perjudicial, pues les impide desarrollar su voluntad; y por otra parte no les
aportará más que un alivio pasajero y superficial, en lugar de una mejora
profunda y duradera. No digo que no haya que tomar medicamentos, pero no lo
hagáis nunca sin haber captado antes estos elementos vivos, espirituales, que
están en el prana. Pues el trabajo que esto requiere, refuerza vuestra voluntad
psíquica y espiritualmente, os pone en comunicación con las regiones
superiores, os vivifica, estimula y pone en marcha algunos centros que preparan
el terreno, y cuando después tomáis el remedio físico, el efecto es mucho más
poderoso y duradero.
Así pues preconizo los dos: el remedio de
la farmacia y el remedio espiritual, pero le doy pre- ponderancia al lado
espiritual. Evidentemente, ya os lo he dicho, los medicamentos contienen
substancias vegetales y minerales que provienen del sol, y si Dios ha
depositado estos elementos en la naturaleza, es para que nos sirvamos de ellos,
no hay ninguna duda. Pero creer que todo está ahí y que sólo eso puede equilibramos,
es ir en contra de la Ciencia esotérica.
Diréis: «Sí, pero esas partículas que
recogemos a la salida del sol son imponderables, no pueden ser eficaces». Es
verdad, son imponderables, pero son la quintaesencia más viva que el sol envía
al universo. Y el hecho de que la medicina homeopática haya descubierto que las
dosis muy diluidas son a menudo más eficaces que las dosis muy concentradas,
prueba la veracidad de lo que os digo. ¿Por qué no absorber esas partículas
imponderables, ese tipo de vitaminas de naturaleza sutilísima que nos aportan
los rayos del sol?
Se pueden obtener del sol muchas otras
energías distintas de las que pueden servir para la producción de electricidad
o de energía para la calefacción. La energía del sol, si sabemos captarla,
puede darnos la vitalidad y la salud, pero también la paz, la inteligencia, el
amor… Pero con esta filosofía, nos estamos anticipando a la humanidad en varios
siglos. Por lo demás, algunos me lo han dicho: «Con sus ideas, se adelanta a su
siglo». Es verdad, lo que pensamos hoy, el mundo entero lo pensará en el
futuro.
II
Tenemos un cuerpo físico cuyas partículas
se renuevan cada siete años. Evidentemente, podemos preguntamos: «Si se produce
esta renovación, ¿por qué tenemos las mismas malas costumbres, las mismas
debilidades, las mismas enfermedades?» Pues porque las nuevas partículas
reciben la influencia de las huellas grabadas en la materia viva de nuestro
ser, y se ven obligadas a obedecer las viejas directrices. Por eso las nuevas
partículas no llegan a cambiar nuestro temperamento, a eliminar nuestras
debilidades.
Podemos comparar este fenómeno al
funcionamiento de una administración o de una fábrica. De vez en cuando, debido
a enfermedades, a la vejez o a un fallecimiento, se ven obligados a reemplazar
algunos miembros del personal y llaman a nuevos empleados, más jóvenes y más
vigorosos. Pero en lo que respecta al trabajo, tienen que conformarse con lo
que hacían los empleados que les precedieron. Así pues, aunque las personas
sean nuevas, sus ocupaciones son las mismas. Igual ocurre con las nuevas
partículas que recibimos a través de nuestras diferentes actividades:
nutrición, respiración, reflexión, sensación, etc… Por eso, si queremos que
estas nuevas partículas sean verdaderamente renovadoras y produzcan efectos
positivos, hay que darles otra orientación, imprimirles otro sello; ya os he
mostrado algunos ejercicios para lograrlo.
En realidad, el método más eficaz para
renovar la materia de vuestro organismo, consiste en saber trabajar con el sol;
os explicaré como. Todas las mañanas estáis ante el sol que envía por todas
partes al espacio partículas luminosas de una gran pureza. ¿Qué os impide
concentraros para arrojar de vuestro ser físico y psíquico las viejas
partículas usadas, apagadas, enfermas y reemplazarlas por esas nuevas
partículas que vienen del sol? Este es un ejercicio de los más útiles que
podéis hacer a la salida del sol: con vuestro pensamiento, vuestra imaginación,
intentad tomar partículas divinas e introducidlas en vosotros… De esta forma,
poco a poco iréis regenerando la materia de vuestro ser; gracias al sol,
pensaréis y actuaréis como un hijo de Dios. La enfermedad no es otra cosa que
una acumulación en el organismo de materias extrañas, y para curaros, debéis
expulsadas. Este es el verdadero concepto de la salud: ¡la limpieza! Si es tan
importante el saber recoger, por la mañana, las partículas que nos aporta el
sol, es porque son las únicas que no producirán en nosotros ninguna
aglomeración, ninguna impureza. Todo lo que coméis, bebéis, respiráis, deja
siempre algún residuo, fatalmente. Sólo los rayos del sol están hechos de una
materia que no deja residuos. Por eso tenemos que aprender a nutrirnos con este
elemento superior que es la luz.
Si pregunto cuánto tiempo puede estar un
ser humano sin comer, se me responderá: «Cuarenta, cincuenta, sesenta días…» y
cuánto tiempo sin beber: «Diez días, quince días…» Y cuánto tiempo sin
respirar: «Algunos minutos solamente». Es pues evidente que para el hombre e!
alimento sólido (que corresponde a la tierra), es menos importante que el
alimento líquido (que corresponde al agua), y que el alimento líquido es menos
importante que el alimento gaseoso. Y si ahora pregunto cuánto tiempo puede
estar un ser humano sin fuego, se me responderá: «¡Años! ¡Hay gente que ha
estado años sin calefacción, o que nunca la ha tenido!» En realidad no se trata
de ese fuego, sino del fuego que está en el hombre, y si ése se pierde, el
hombre muere al momento. Sí, el hombre pierde su vida inmediatamente después de
que su corazón pierda el calor. El fuego es pues el elemento más importante en
el hombre; por ello debe aprender a nutrirse de él y a preservarlo dentro de
sí.
Esto es algo nuevo. Los humanos están
habituados a nutrirse solamente con alimentos sólidos, líquidos o gaseosos,
pero ¿qué hacen con el cuarto elemento, el fuego, la luz? Poca cosa o
nada. No saben alimentarse de luz, la cual sin embargo les es más necesaria que
el aire. Por eso toda esa gente que nos critica y nos ridiculiza cuando vamos
por la mañana a la salida del sol, muestran su ignorancia e incluso diría que
están embrutecidos. Asistimos a la salida del sol para alimentamos de luz y en
lugar de reírse de nosotros, tendrían que hacer lo mismo. El hombre necesita
alimentarse de luz para nutrir su cerebro. ¡El cerebro también quiere comer!… Y
la luz es su alimento: ésta despierta en el hombre las facultades que permiten
al hombre penetrar en el mundo espiritual. Mientras el hombre se contente con
alimentar el cerebro de partículas sólidas, líquidas o gaseosas, que no son las
que necesita, estará muy limitado en su comprensión. Comprenderá quizá las
cosas de la tierra, pero los misterios del universo se le escaparán.
Diréis: «Sí, pero comiendo y bebiendo
también se alimenta el cerebro.» Es verdad, pero solamente su parte menos
sutil. Pues el cerebro, que es un órgano jerarquizado, está constituido por
varias zonas: unas contienen centros que permiten manejar las realidades del
mundo material e intelectual, pero otras contienen centros capaces de entrar en
relación con las realidades del mundo espiritual, del mundo divino. Si
aprendéis a alimentar vuestro cerebro con este elemento sutil que es la luz,
los resultados serán diferentes. La tradición refiere que un día Zoroastro
preguntó al dios Ahoura Mazda cómo se alimentaba el primer hombre y Ahoura
Mazda le respondió: «Comía fuego y bebía luz.»
Diréis: «Sí, pero para reemplazar todas
nuestras viejas partículas, quizá hagan falta siglos.» No, podéis acelerar esta
transformación con la intensidad de vuestro amor. Cuanto más améis la luz, más
la atraeréis hacia vosotros.
La mayoría de los humanos tienen respecto
al sol la misma actitud inconsciente que respecto a la alimentación. No se
preocupan de la forma en que comen. Se pasan la comida hablando, gesticulando,
riñendo, y creen que el organismo se encargará de recibir y escoger todos los
alimentos necesarios para su buen funcionamiento. y es verdad, el organismo se
encarga. Pero lo que no saben, es que el alimento contiene fuerzas y elementos
sutiles venidos del espacio, que sólo una alimentación consciente puede permitimos
recibir. Estos elementos que pertenecen al plano etérico, al plano astral e
incluso al plano mental, pueden ayudamos a mejorar nuestros pensamientos,
nuestros sentimientos y todo nuestro comportamiento. Sí, pero a condición de
saber comer consciente e inteligentemente.
Es exactamente lo que se produce cuando
se asiste a la salida del sol. Si estáis sentados delante del sol, pensando en
otra cosa, recibiréis siempre algunos beneficios físicos de su calor y de su
luz, pero los elementos más sutiles que pueden ayudaros en vuestra evolución
espiritual, no los recibiréis. Si sois conscientes de que a través de sus rayos
el solos transmite su vida, su amor, su sabiduría y su belleza, os preparáis
para recibirlos, abrís en vosotros millares de puertas por las que esos rayos
pueden entrar a depositar sus tesoros, y es así como llenáis todo vuestro ser
con los beneficios del sol.
Por eso es tan importante ser consciente
de lo que representa el sol. Así es como podréis recibir los elementos que os
ayudarán a profundizar en las leyes y en los misterios de la naturaleza, a
gustar de la dicha y de la paz.
OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV
Capítulo IV de su libro «HACIA
UNA CIVILIZACIÓN SOLAR»
Más libros del autor: amzn.to/2Y0oVpS
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